Había perdido muchos kilos, tantos que parecía otra persona. Era como haber perdido por el camino algo importante. Ya no tenía aquellas lorzas que rebosaban "felicidad". Era como si se hubiera desprendido de aquel otro ser humano que viviera a la sombra de sus pliegues. Ahora se había convertido en lo que tanto había soñado, una persona con un peso normal. Sus percepciones habían cambiado y los primeros meses le costó verse con ese nuevo aspecto, su cerebro seguía viendo a aquel ser obeso que le había acompañado a lo largo y ancho de una gran parte de su vida. Pero había valido la pena, porque la nueva imagen que proyectaba era más agradable, a pesar de que nunca sintió que pudiera herir sensibilidades. Había sido como había sido, y nunca renegaría de ello. Ahora era cierto que podía entrar en los parámetros de la normalidad, aunque, ¿quién o quiénes los marcaban?
No lloraba su pérdida, pero en ocasiones había rememorado aquella "grandeza" , aquel otro compañero de viaje que había abandonado en un andén un día caluroso de julio. Eran pequeños momentos de debilidad de los que se reponía fácilmente con tan sólo mirarse en el espejo de los ojos orgullosos de sus seres queridos.