Todavía recuerdo cómo perseguía a mi abuelo materno por aquel terreno extremeño de encinas y alcornoques, de jara y romero. De repente me percaté de su lejanía y aterrorizada me paré a llamarlo, con tan mala suerte que introduje el pie en una pequeña colonia que interpretó mi torpeza como una agresión a gran escala. En cuestión de segundos aquellas intrépidas guardianas se habían apoderado de mi extremidad inferior y subían por mi pierna como portentosas escaladoras. El pavor se apoderó de mí, obligándome a gritar y a patalear como poseída por algún mal extraño. Mi abuelo interrumpió su paseo y regresó rápido a mi lado para comprobar que simplemente había introducido el pie en un hormiguero.
Cuadro: Campos de Extremadura de Luis Carretero
Hola Antonia. Mi abuela paterna se llamaba Marta. Vivíamos en su casa y yo dormía con ella en una cama individual y para no caernos dormíamos muy apretadas y abrazándonos. Siempre me decía: "el roce hace el cariño", refiriéndose a mí. Al principio no la entendía, pero con la inocencia de una niña, le dije: Yaya, ya sé porqué "el roce hace el cariño", porque dormimos siempre abrazadas y nos rozamos mucho. Nunca había visto a mi abuela reírse tanto.
ResponEliminaPor cierto, le prometí que si algún día me casaba y tenía una niña, se llamaría como ella. Y así fue. Tengo una hija y se llama Marta.
Un abrazo.