Observaba su reflejo en el espejo, intentando recoger aquellos mechones indomables que caían en bucle sobre su rostro. Su mirada se centró en el contorno de sus labios, carnosos, color cereza, que embellecían aquella expresión risueña de adolescente que, a pesar de sus años, todavía surgía cuando sonreía. Resiguió su cuello y analizó detenidamente sus pechos, voluminosos, pero con tendencia a la "caída libre". Una mueca de sarcasmo asomó a sus facciones cuando esa idea se le pasó por la cabeza, pero en cuestión de segundos había dejado atrás el "suicidio" de sus glándulas mamarias para centrarse en aquel abultado abdomen, consecuencia inequívoca de su afición por la buena mesa y de la falta de ejercicio. Aquel espejo estaba ahondando en sus complejos, no reflejaba la belleza de Narciso, ni tampoco el odio de la Madrastra, tan solo un cuerpo que no se correspondía con el ideal de belleza estipulado y que le provocaba más de un episodio de agravio visual. ¡Y todo por aquella revelación de ausencia del prototipo de figura vermiforme!
Hola Antonia, mi madre siempre decía, " la cara es el reflejo del alma" y "el espejo es el reflejo del cuerpo".
ResponEliminaEs cierto que el espejo, con su lenguaje, nos indica lo que ve, y aunque la mayoría de las veces no estamos de acuerdo con él, debemos conformarnos y pensar, que lo más importante de nuestro cuerpo, es nuestro corazoncito, si él está sano y satisfecho de cómo es, lo demás es secundario.(es lo que yo pienso).
Muchos besos.
P.d. Te envío este comentario desde el portátil, confío que te llegue.
Seguidamente, te enviaré otro más corto desde el mac, haber si este segundo texto, lo recibes.
Seguro que es como dices, pero cuando echas un ojo a la degradación que padecen nuestros cuerpos siempre miramos hacia atrás, intentando aferrarnos a aquella imagen que algún día fuimos.
ResponElimina