Veo pasar a la multitud, no reconozco a nadie y nadie me reconoce a mí.
Somos extraños pasajeros de un mismo vuelo, anónimos seres que vagamos por los andenes de este
firmamento. Aparecemos y desaparecemos ante la pasividad del resto. Masa,
gente, seres humanos, individuos concretos con vivencias concretas, pero no nos
paramos y nadie se para, no nos saludamos y nadie nos saluda. Estamos hundidos en nuestro quehacer cotidiano,
invisibles para el resto.
http://juanruizibanez.blogspot.com.es/2012/06/personajes-urbanos.html
ResponEliminaHola Antonia, es cierto, somos millones de personas en el planeta, aunque pasamos desapercibidos viviendo incluso, en la misma localidad. Todos vivimos deprisa, con nervios, problemas, nos faltan horas y muchas veces, no tenemos tiempo para tomar un simple café con una amiga.
Fíjate, hay personas el mi entorno que pasan por mi lado sin parpadear, es decir, como si no me conocieran, otros más cercanos, (hermanos y más familia), que soy indiferente para ellos y no me reconocen como una hermana. Es una cruz que cuesta sobrellevar.
Un abrazo.
La soledad del individuo frente a la masa ya la han narrado grandes escritores y, como ellos planteaban con mayor acierto, nos sentimos aislados, desamparados, como aquellos niños que fuimos antaño ante el alejamiento de una figura de referencia. Esos sentimientos demuestran que somos frágiles y que necesitamos de los demás, pero esta sociedad nos han sumergido en la vorágine del individualismo y a veces se nos olvida que somos seres sociales y que necesitamos del resto para la supervivencia de la especie.
ResponEliminaUn besazo