En estas últimas semanas me había encontrado con él en diversas
oportunidades, y su porte y su saber estar irradiaban un halo que eclipsaba a
todo aquel que lo acompañaba. Su rostro tan masculino, sus miradas seductoras,
su voz envolvente hacían de él la viva imagen de un adonis, pero lo más
imponente era aquel ariete, siempre dispuesto, decidido a amar. Sin preámbulos
subimos las escaleras desiertas del edificio, mientras nos despojábamos de todo
aquello superfluo que evitaba el contacto de nuestros cuerpos deseosos de lujuria.
No tuvimos tiempo de llegar al lecho, en el suelo frío de la entrada perforó
mi sexo con una fuerza inusitada, llegando al clímax sobre aquel cuerpo apasionado
que en breve volvió a inundarme sin compasión.
Amantes bajo las sábanas
SUGIMURA HISEI (1756-1829)
Hola Antonia,
ResponEliminaHay personas que tienen un poder de seducción innato.Hacen que el seducido pierda la voluntad, hasta caer rendido en sus encantos.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo. Siempre existe aquel hombre o aquella mujer que ses capaa de seducirnos con sus encantos, con sus maravillosos encantos.
ResponEliminaBesos