En el silencio atávico del claustro el tiempo se
detiene para que podamos contemplar la armonía y el equilibrio que trasmite la
magnificencia del ciprés. Majestuoso mástil que mantiene sus raíces ocultas en
un territorio abisal, solemnes vástagos de verdor infinito que arropan el
puntal que todo sustenta, conjunto de belleza sin igual que se eleva como una
lanza hacia el infinito y nos recuerda que somos insignificantes partículas de
un universo convulso.
Fotografía: fondo personal
Recordando a Gerardo Diego
Recordando a Gerardo Diego
Hola Antonia, soy Pili. Somos piezas casi invisibles en la lejanía dentro de la inmensidad de este universo, sí es cierto, pero de la misma manera resultamos imprescindibles como engranajes irremplazables en esta maquinaria, para bien o para mal, somos determinantes en la dirección que toma nuestra realidad.Un abrazo.
ResponEliminaEs evidente que a la vez que somos insignificantes partículas en este caos universal somos imprescindibles, puesto que en la composición de ese universo todos, incluidos nosotros con nuestros pequeños o grandes problemas, hacemos que el cosmos se mantenga en equilibrio.
ResponEliminaGracias por estar ahí "sufriendo" mis textos.
Un abrazo
Apuntan hacia el infinito, pues infinitas son la memória de algunas personas. Por ello estan en todos los cementerios. Me encanta su magestuosidad.
ResponEliminaGracias, ya echaba de menos tus comentarios. Un saludo
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