La batalla estaba a punto de comenzar. El escuadrón de ataque estuvo dilucidando cuál era la mejor hora para arremeter contra el enemigo y optamos por el mediodía. Cuando llegó el momento nos arrojamos, como posesas, al foso de los leones, sin armadura, pero con una bien cubierta tarjeta. La lucha fue encarnizada, horrible, nos abalanzábamos a por nuestra presa como felinas, observando, en cada momento, cuál era la mejor fórmula para conseguir nuestros propósitos.
Los objetivos se cumplieron y salimos victoriosas de la zona beligerante, con apenas algún golpe en nuestra moral.
7 de enero, primer sábado de las rebajas de invierno.
Fuente fotografía: masqueropa.net
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