Ebrio de nocturnidad vagaba absorto por el laberinto de mi subconsciente, buscando en vano aquel lugar lleno de ternuras, intentando volver a él, saborear aquellos días que compartimos como en una creación, como en un encaje preciosísimo que desvelaba delicias acumuladas. ¡Necesitaba sentir de nuevo aquel fuego arrollador! La luz de la lujuria invadía nuestro espacio y, como dos aspirantes al gozo, explorábamos incansables el cuerpo del otro hasta conseguir llegar al tan ansiado trance. Ahora navego sin rumbo y en cualquier puerto hago escala, descansando en los divanes de la ensoñación que se ha convertido en una mortaja.
¡Cuánto te echo de menos!
Fuente: Melancolía de Edvard Munch
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