Tu imagen quedó ahogada en las profundidades brumosas, entre la espesura de un bosque mítico de neuronas, forjando su propia leyenda, articulando nexos de unión entre antiguos y nuevos amaneceres. Cuando quise darme cuenta habías dejado de ser un contorno impreciso y, consumándose la transformación, lo percibí con heladora claridad, ¡yo, ya no era yo! Mi renuncia había sido total, ya no existía medicina ni curandero, tan sólo el acíbar veneno como mágico instrumento para el hálito final. Allí, en aquel lugar y en aquel momento, comprendí la suprema entelequia.
Fuente fotografía: Metamorfosis de Alfredo Yanez
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