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diumenge, 19 de febrer del 2012

Carnaval





La locura de Don Carnal había invadido calles y plazas. Las playas de una concurrida ciudad brasileña estaban llenas de hombres y mujeres, que sin pudor, se desnudaban a la luz de la luna, ante el incesante latir de los tambores. No cabía un alfiler. Una amalgama de cuerpos insaciables había decidido aceptar, por una noche, la realidad de satisfacer sus deseos más íntimos. La fiesta nos llevó hasta la arena y una vez allí opté por dejarme llevar por la marabunta humana de lujuria y sexo que me envolvía y me engullía. Había decidido hacer caso a los consejos de un blog que sigo y que me recordaba que si perdía este tren podría no haber otro, puesto que el del año próximo estaba muy lejano. Así que allí me encontraba, rodeada de esos torsos y esos genitales colmados que sucumbían al placer más absoluto. Por una vez en mi vida, cogería todo aquello con lo que tanto había soñado y me dejaría llevar por el río de la pasión desmedida hacia las orillas más tórridas para satisfacer mis apetitos más ocultos.
Escribo desde la habitación, contemplando la playa maravillosa, bajo un sol radiante. Me he levantado tarde, con compañía, debo confesar que tengo en la cama a dos “maromos” que me llaman para seguir la fiesta. Os debo dejar, todavía quedan algunas horas para acabar con el carnaval.


Fuente fotografía: Campaña Brian Atwood (zapatos)

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