Cuadro: pertecene a la serie Mujeres de Hans Jochem Bakker
Su pasión por la pintura lo había llevado a comprar un cuadro de grandes dimensiones que había decidido colgar en una de las paredes de su habitación, empequeñeciendo aún más la estancia, ya de por si reducida. La sensación de ahogo se hacía evidente, pero él no sentía la opresión, estaba prendado de aquel rostro gigantesco, de aquella boca entreabierta, de aquellos labios sensuales que besaba con pasión inaudita. Pero todo pasa y aquel fue un amor efímero, sus obsesiones fijaron su punto de mira en otra pintura grandilocuente, dejando de lado la magnificencia de aquellas facciones que tanto había deseado. Simplemente se había cansado y cuando se dispuso a cambiar la ubicación de la obra, el rostro, hasta entonces, bello y angelical se tornó en una mueca de celos y se dejó caer indolente sobre él que, agonizando, murió por un ataque de arte.
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